Comienzo...

...anoche, cosa extraña, salimos relativamente pronto serían las doce amenos algo. Como siempre, todo estaba hecho, a falta de los deportiveros y un oportunista Nadal. Así que dejamos a Manuela y Alberto, y María y yo abandonamos el barco. Y resignados fuimos a esperar a Diego, que llegaba de Sevilla, a la Alquería. Allí nos tomamos un par de cervezas y fue cuando mis niveles de conciencia, marcha y un poco de todo en general bajaron peligrosamente. Reconozco que estuve a punto de irme para casa, pues estaba muy cansado y el sueño me tenía más tonto de lo que me pertenecía.
Diego nos enseñó la cámara de fotos y el zippo que sus majestades los Reyes de oriente le habían traído. Obviamente se habrán equivocado, yo me he portado como mínimo tan mal como Diego y he de reconocer que las comparaciones son odiosas.
En fin, que pagamos y nos dirigimos a la Renfe, a por el coche de María, para ir al centro. Sólo que a Manuela y Alberto le quedaban poco, por lo que decidimos esperarlos para irnos todos juntos. Fue ahí que para evitar que mi estado empeorase, decidí dar una vuelta a ver si el frío era una terapia convincente. Fue entonces cuando hice un par de fotillos:


El siguiente post con la continuación de la crónica se lo cedo a cualquiera de los presentes, anoche en El Estribo.